Mejorando los Sistemas Educativos: ¿Cobrar por Estudiar?

La educación es uno de los principales factores que aumentan el crecimiento económico en el largo plazo. Un buen sistema educativo señaliza que un país está desarrollado y tiene una mano de obra calificada, productiva y preparada. Además de su importancia para el desarrollo económico de un país, es la herramienta más importante que las sociedades tienen que garantizar la igualdad de oportunidades entre los estudiantes.

Desde inicios del siglo pasado, el modelo educativo ha sido objeto de debate entre pedagogos, maestros, economistas, sociólogos y filósofos. Modelos públicos, privados, mixtos, de auto-aprendizaje, de adoctrinamiento, etc., los resultados de distintos modelos varían en función del país, la inversión y las costumbres locales. Y, ¿por qué en un blog de economía del comportamiento hablamos de educación? Pues bien, en los últimos años, han sido varios los intentos de introducir insights de comportamiento sobre rendimiento e incentivos en el ámbito escolar, a partir de experimentos de campo. Al final, si los seres humanos tienen sesgos predecibles, ¿por qué no usarlos para mejorar el sistema educativo?

En muchos países, incluyendo México, se ha recurrido al incentivo económico para reducir la tasa de absentismo escolar, pagando a la familia del estudiante por cada semana que atienda completa a la escuela (Programa Progresa). Sin embargo, si el objetivo es mejorar la calidad educativa, ¿por qué no incentivar directamente los resultados?

Uno de los experimentos más interesantes en este campo fue realizado por Fryer (2010) en Houston, dónde se seleccionó un grupo aleatorio de estudiantes en una escuela, y se ofrecieron tres niveles de incentivos por cada objetivo del curso masterizado (un objetivo puede ser, por ejemplo, obtener una calificación excelente en álgebra). Como se puede ver en el gráfico, un incentivo puramente monetario funciona a la hora de “motivar” a los estudiantes, en cualquier nivel de incentivo (bajo, medio o alto).

Las ciencias del comportamiento, y el estudio de los incentivos, puede ayudar de forma notable al incremento del rendimiento académico. En términos generales, un incentivo demasiado bajo puede tener un efecto contrario al deseado, i.e., desincentivar al usuario. Eso es debido a que cualquier incentivo monetario sustituye automáticamente a un incentivo “moral”, “ético” o “social”.

Sin embargo, se ha observado en numerosos experimentos que en el ámbito educativo no existe un efecto “backfire” de los incentivos. En educación, incluso un pequeño incentivo monetario ayuda a incrementar los resultados de los estudiantes. Es decir, la motivación “moral” de estudiar no queda desplazada por un incentivo económico.

Por tanto, los incentivos en educación tienen unos efectos distintos a los incentivos en el ámbito laboral. ¿A qué se debe? Probablemente, como ya mencionamos, la educación es un tema amplio donde interactúan muchas variables que no podemos controlar y que la hacen un elemento de debate constante entre expertos. ¿Es moralmente ético ofrecer incentivos económicos a los estudiantes?  ¿Debemos seguir introduciendo insights de comportamiento al sistema educativo de forma generalizada? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuál es la mejor forma de motivar a nuestros estudiantes?