Creando culturas de cooperación dentro y fuera del laboratorio

¿Qué motiva a la gente a pagar un costo para ayudar a otros? ¿Por qué el nivel de cooperación social varía tanto entre culturas? En un post previo comenté acerca de la importancia de la reputación y el número de interacciones que tenemos con las personas de nuestro entorno. Sin embargo, quizá existe algo más que pueda explicar la segunda pregunta aquí señalada.

En un artículo que escribimos David Rand, Nick Stagnaro y yo este año, partimos del hecho que instituciones que busquen establecer reglas de equidad y rendición de cuentas en un país, tales como el sistema judicial y policiaco, necesitan fomentar incentivos para que los ciudadanos las respeten (por ejemplo: penalizaciones justas si se comete un exceso). Ahora bien, se puede argumentar que dichos incentivos también pueden encaminar a la gente a cooperar más allá de la institución misma, y que la diferencia existente en la calidad de estas instituciones alrededor del mundo puede ayudar a explicar los niveles tan dispares de cooperación social. ¿Es posible que las instituciones sean capaces de infundir buenos hábitos y creen una cultura de cooperación?

Para comprobar nuestro argumento, le preguntamos a 707 personas que evaluaran la calidad y confianza que tenían en su policía y cortes; después, les dimos $0.50 y les preguntamos qué tanto le darían a un extraño (en un juego del Dictador). Los resultados mostraron que la gente que confía más en sus instituciones es a la vez más generosa.

Ahora bien, estos resultados muestran sólo una correlación y se podrían interpretar perfectamente en un sentido contrario. Es decir, que son los ciudadanos más altruistas los que propician que las instituciones sean de mejor calidad.

Por ende, en un segundo experimento con 516 participantes investigamos si la calidad institucional causa altruismo. En particular, creamos un experimento donde la gente participa en un juego de bienes públicos donde, si no se coopera, existe la posibilidad de ser inspeccionado por una autoridad central y recibir un castigo muy severo. La probabilidad de detección, sin embargo, varía en distintas condiciones y puede ir desde no tener consecuencias por no cooperar (y experimentar potencialmente una institución mala donde nadie coopera) hasta ser inspeccionado con una frecuencia de entre 5% y 20% (y experimentar potencialmente una institución buena donde todos cooperan). Finalmente, una vez terminada esta interacción, le preguntamos a los participantes qué tanto le darían a un extraño. Nuevamente, encontramos que la gente que tuvo la experiencia de “vivir” en instituciones que funcionaran cooperaba más al final.



Por lo tanto, creemos que estos resultados pueden ayudar a explicar por qué muchas veces somos altruistas y por qué este comportamiento varía tanto de cultura a cultura: las instituciones en las que vivimos nos ayudan a definir nuestra posición entre lo que es “correcto” e “incorrecto”.

Antonio Alonso Arechar
@AaArechar