Sobre comportamiento, disuasión y corrupción

Duarte, Yarrington, Granier, Villanueva, son solo algunos apellidos de gobernadores involucrados en escándalos de corrupción. Cada uno de estos individuos orquestó la adquisición, desviación y uso ilícito de recursos públicos, que se extiende en redes desde los más altos a los más bajos niveles de la función pública y en algunos casos, desafortunadamente, de actores sociales y corporativos. Sin duda, la corrupción en México es un cáncer que día con día carcome a nuestra sociedad.

Sin embargo, la renovación del tema del combate a la corrupción nos obliga a repensar la manera en la cual contrarrestar esta situación. Este problema no sólo afecta de forma alarmante al desarrollo de nuestro país, sino que también se ha enraizado en las dinámicas sociales.

¿Cómo combatimos a la corrupción?

Esta pregunta generalmente se responde con argumentos como sanciones más severas, sistemas más efectivos de detección e investigación, entre otros argumentos similares amparados en las perspectivas teóricas de la disuasión.

Por otra parte, ¿en qué medida una aproximación basada en la disuasión es suficiente para contrarrestar a la corrupción? Especialmente al considerar que el Estado no necesariamente puede disuadir todos los actos de corrupción con sanciones severas.

La Teoría de Prospecto expuesta por Kahneman y Tversky, y en particular, en el concepto de puntos de referencia, afirma que los seres humanos tenemos distintos puntos de referencia en términos del impacto que genera en nuestro comportamiento una pérdida o una ganancia prospectiva. Por ejemplo, para un individuo con ingresos millonarios una multa de miles no necesariamente es significativa, y viceversa.  Dichos puntos de referencia posteriormente determinan las respuestas conductuales que tenemos ante el prospecto de pérdidas.

Aplicando dicha teoría al tema de corrupción es que comienzan a surgir varias dudas sobre la efectividad de mecanismos como los enunciados por el Ejecutivo y actualmente en discusión en el Legislativo. Esta situación puede resumirse en 2 puntos principales:

·      Primero, la severidad de las sanciones que pueden ser impuestas por actos de corrupción no necesariamente es efectiva para todos los que cometen algún ilícito que encuadre en este supuesto. La afectación para un individuo como Javier Duarte de una multa de cientos de miles de pesos no necesariamente es representativa, considerando los montos sustraídos ilícitamente que ascienden a miles de millones.

·      Segundo, existen deficiencias en el sistema de procuración e impartición de justicia, así como sistema penitenciario, que afectan no sólo al debido proceso sino al cumplimiento de las sanciones conforme a derecho. Por lo tanto, un individuo como Javier Duarte con una gran cantidad de recursos puede financiar su internamiento en condiciones cómodas, o atrasar, y esperemos no sea el caso, evitar su internamiento por una óptima defensa.

Hablando de Javier Duarte, la Teoría de Prospecto nos muestra que el punto de referencia de dicho actor es muy elevado en contraste con el de un funcionario de mando medio que incurre en actos de corrupción.

Adicionalmente, hay otro elemento de la teoría de la economía del comportamiento que nos es útil para analizar casos de corrupción. El llamado “efecto reflexivo” de Herschey y Schoemaker nos habla sobre cuatro conductas que muestran los seres humanos frente a prospectos de pérdidas o ganancias.

 

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En la tabla anterior, los individuos con alta probabilidad de ganancia generalmente toman riesgos para obtenerlas. Los individuos con baja probabilidad deciden participar en una apuesta para obtener la ganancia. Por otra parte, los individuos adversos al riesgo son aquellos con baja probabilidad de pérdidas, quienes adquieren seguros y medidas de protección. Finalmente, aquellos en el cuadrante “Todo por el todo” son aquellos que deciden incidir en una conducta de pérdida de forma voluntaria ya que, literalmente, no tienen nada más que perder.

Duarte es un individuo que podría tipificarse dentro del “Todo por el todo”. Al estar involucrado en múltiples hechos ilícitos con altas probabilidades de pérdida se motivan la realización de más ilícitos. Esta situación se vuelve una bola de nieve que eventualmente hace que la disuasión no tenga efecto alguno y resulte justificable “merecer la abundancia”.

¿A qué nos lleva esta breve reflexión? Básicamente a repensar la manera en la que se pretende combatir a la corrupción en México. Si bien la disuasión es necesaria en todo esquema de regulación, esta debe acompañarse de acciones de no disuasión y de concientización que busquen modificar el trasfondo contextual y cognitivo de los actores sociales. Asimismo, la disuasión debe ser dinámica para poder adaptarse a los distintos puntos de referencia que pueden manifestar los actores que inciden en actos de corrupción. De tal manera, la economía del comportamiento es una de las claves para diseñar un óptimo sistema anticorrupción, más allá de reciclar una retórica disuasiva, esta puede actualizarse con resultados prometedores.

Carlos GarcíaComentario