Salud y la Economía del Comportamiento (o de cómo mejorar una intervención pública)

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A continuación abordaré el tema de la salud, en específico el del sobrepeso y la obesidad, y presentaré una propuesta que considera cómo podemos mejorar una intervención pública con la ayuda de la Economía del Comportamiento (BE).

De acuerdo con información de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) uno de los problemas que enfrentamos actualmente en América Latina y el Caribe es el del sobrepeso y la obesidad[1]. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al sobrepeso y la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud[2]. Asimismo, considera al Índice de Masa Corporal (IMC)[3] para determinar los intervalos que clasifican a una persona entre sobrepeso y obesidad. Al respecto, una persona se considera con sobrepeso si tiene un IMC igual o mayor a 25, mientras que una persona es considerada con obesidad si su IMC es mayor o igual a 30.

La FAO así como la OPS/OMS afirman que los únicos países de la región donde el sobrepeso no afecta al menos a la mitad de la población adulta (mayores de 18 años) son Haití, Paraguay y Nicaragua. Es decir, poco más del 90 por ciento de los países en América Latina y el Caribe (en esta medición consideré 33 países en total) tienen, al menos, al 50 por ciento de sus habitantes mayores de 18 años en situación de sobrepeso. Los tres primeros países con los niveles más altos son Chile con 63 por ciento, México con 64 por ciento y Las Bahamas en primer lugar con 69 por ciento. Si transformamos estos porcentajes en cantidad de personas tendremos que cerca de 360 millones de habitantes en edad adulta de la región tienen sobrepeso, mientras que para la obesidad, son cerca de 140 millones de personas. Ambas suman un total de 500 millones de personas, tan sólo en América Latina y el Caribe, que viven con esta condición.

Tomemos como ejemplo el caso de México.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016 (ENSANUT MC 2016) es un instrumento que entre sus propósitos principales está medir el desempeño del sector salud, con énfasis en la Estrategia Nacional para la Prevención y Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes[4]. Tomando el Informe final de resultados se observa que a nivel nacional la prevalencia de sobrepeso y obesidad (para personas mayores de 20 años) rebasa el 70 por ciento. Donde cerca del 40 por ciento se encuentra en una condición de sobrepeso, mientras que el 30 por ciento restante tiene algún grado de obesidad. Este mal afecta a hombres y mujeres, casi, por igual. En particular las mujeres tienen, en ambas variables, mayores niveles (mujeres con 75.6 por ciento vs. hombres con 73.0 por ciento). Asimismo, si analizamos las cifras separándolas entre personas que viven en zonas rurales y zonas urbanas veremos que el sobrepeso es mayor para las primeras mientras que la obesidad es más alta para las segundas.

El problema de las altas tasas de sobrepeso y obesidad en México tiene múltiples causas directas e indirectas. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)[5] las causas directas identificadas, con datos de la Facultad de Medicina de la UNAM, son estilos de vida poco saludables (mala nutrición y poca actividad física) y la genética. De igual modo, algunas de las causas indirectas que considera el IMCO son la baja disponibilidad de alimentos saludables, alimentos de alta densidad calórica y poco valor nutricional, desarrollo urbano no compacto, entre otros. Ante esta complicada situación el gobierno federal mexicano ha optado por articular diversas políticas que pretenden atacarlo. Dichas acciones van desde acuerdos para los etiquetados frontales y el contenido nutrimental, recabar mayores impuestos con base en el contenido calórico de algunos productos, limitar la publicidad para disminuir la incidencia de este mal en la población infantil, hasta considerar presupuesto para la instalación de bebederos de agua en escuelas.  

A continuación me enfocaré en una medida que lleva ya un par de años en operación y que puede ser mejorable si se analiza con un enfoque de Economía del Comportamiento (BE), principalmente para alcanzar la meta de disminuir, o preferentemente eliminar, las altas tasas de sobrepeso y obesidad, así como de eliminar los problemas de salud que esta condición puede acarrear.

La medida a la cual haremos referencia es a la campaña de publicidad “Chécate, Mídete, Muévete” cuyo objetivo es promover un estilo de vida saludable a través de activación física y alimentación saludable por medio de, principalmente, spots televisivos y mensajes en redes sociales. Antes de continuar debo ser sincero y aceptar que previo a la investigación que realicé para escribir en este espacio, no me quedaba muy claro el potencial (actualmente desperdiciado) que puede tener este esfuerzo del gobierno federal. Imagino que a muchos de ustedes tampoco, así es que, primero los llevaré por el mismo camino que tomé para entender de qué va esta campaña. Antes de continuar permítanme dejar en claro, queridos lectores, que las propuestas que leerán a continuación no es la única vía para mejorar la campaña ni la única forma con la cual el gobierno federal logrará el objetivo de disminuir la incidencia de sobrepeso y obesidad en la población. Lo que leerán a continuación es un diagnóstico con la ayuda de la Economía del Comportamiento y una propuesta de mejora. Quiero enfatizar que es preferible realizar, antes de incorporar cualquier propuesta, experimentos que permitan verificar y dar sustento a mis recomendaciones.

Entrando al portal de “Chécate, Mídete, Muévete”[6] verán que esta campaña tiene tres componentes principales. El primero llamado Chécate que los invita a conocer su estado de salud y cómo mejorarlo. Este componente hace referencia a la importancia que tiene revisar nuestro peso constantemente e informa a la población sobre las medidas máximas que debe tener la circunferencia de nuestra cintura, así como, nos permite ubicar una clínica cercana a donde asistir para que nos asesoren y así llevar una vida más sana. El segundo componente llamado Mídete retoma una serie de tips que de primer instancia no son ni claros ni evidentes. En esta sección, además, pueden calcular su IMC y conocer cómo se encuentran actualmente en este indicador. Por último, el componente de Muévete permite calcular el nivel de actividad recomendado dada su edad, género y nivel de actividad, aunque no es muy claro si es nivel de actividad actual o deseada, pero en fin.

Ahora bien, si uno quisiera entrar a conocer estos tips es necesario, primero, darse de alta en el sistema y registrar una cuenta. Una vez que pasan por este filtro la página los lleva a una sección donde pueden ver, en la parte superior, una barra de opciones dentro de las cuales están los tips. Si decidimos darle click a este apartado, al menos para mí y hasta la última vez que lo revisé (26 de febrero de 2017), la página parece no estar habilitada. Es decir, si uno entró a buscar específicamente esta sección, vaya problema en el que nos mete este programa. Pero, dejémonos de nimiedades y vayamos a lo que verdaderamente importa. Si tenemos el objetivo de buscar una vida más saludable, bajar de peso o hacer ejercicio (o preferentemente las tres), y tomamos la iniciativa de hacer algo al respecto, una salida que nos da el gobierno federal mexicano es acceder a esta página.

Analicemos desde una perspectiva de la Economía del Comportamiento este programa y su potencial, hasta el momento, desaprovechado. Consideremos en primera instancia el sesgo del presente[7] que resalta la tendencia del ser humano a realizar aquellas cosas que resultan en una gratificación inmediata por encima de aquellas que requieren tiempo para resultar en beneficios futuros (Thaler, 1981). El programa Chécate, Mídete, Muévete tiene que enfrentar dicho sesgo cognitivo si quiere verdaderamente incidir de forma positiva en la población objetivo. Una forma de hacerlo es dejándole saber a la persona (población objetivo de esta intervención) que lleva un avance significativo y de esta manera se puede minimizar el sesgo. Dicho de otra forma, si yo quiero reducir mi peso de X cantidad a una X cantidad menor y sé que esto me tomará al menos 2 meses (por dar alguna cifra) entonces la labor del programa es ayudarme a disminuir ese impacto cognitivo (impacto mental) que tiene el saber que tardaré bastante en lograrlo; una forma de hacerlo es dándome retroalimentación continua de que voy por buen camino (sin importar que todavía no alcanzo el 100% de mi meta).

Si nos adentramos aún más en esta idea, otra que nos ayudará a mejorar esta intervención es si incorporamos un signo de comparación con nuestros pares. Permítanme explicarlo de otra manera, si deciden bajar de peso o llevar en general una vida más saludable y el programa los ayuda a disminuir el sesgo del presente haciendo evidentes sus pequeños avances, todavía se encontrarán con el problema de que probablemente esta disminución de peso, ¡que tanto trabajo les costó!, no será evidente (al menos no en las primeras semanas o meses). En la medida en la que los diseñadores de esta intervención entiendan que muchas personas pueden decidir terminar con sus esfuerzos de bajar de peso o tener una vida más saludable, por no tener ese apoyo evidente de la sociedad (en forma de comentarios positivos o felicitaciones simplemente por llevar una vida más saludable), en la medida en la que entenderán que su deber es darle la información necesaria al usuario para que este consiga ver su avance con respecto a sus pares. En concreto, el programa debe incorporar un mecanismo que le permita al usuario compararse con gente con características similares a ella y proveerle de señalamientos (literalmente) que le dejen muy claro al usuario si se va quedando detrás o va por delante de sus pares. Esta idea de comparación no es nueva y no es la primera vez que se utiliza en Economía[8]. Obviamente como resalté unas líneas atrás, es importante diseñar un experimento que permita conocer si esta recomendación es viable y si mejora, en última instancia, la incidencia de sobrepeso y obesidad.

En suma, la intención que tenía al momento de escribir este breve análisis es resaltar que la campaña/programa tiene gran potencial de mejora. Una conclusión que nos deja este análisis es que los sesgos cognitivos son muy relevantes al momento de pensar en las intervenciones públicas de cualquier gobierno[9]. El diseño de estas intervenciones es crucial para que las mismas puedan tener el éxito esperado. Es por esto que se requiere de este tipo de análisis que nos permita conocer si las intervenciones diseñadas son correctas, y si lo son, si estas se pueden ir mejorando paulatinamente con la ayuda de la Economía del Comportamiento y el aprovechamiento, entre otras cosas, de los diferentes sesgos cognitivos que el ser humano tiene. Una segunda conclusión que quiero recalcar es que actualmente tenemos políticas públicas por debajo de su potencial. Un ejemplo es la campaña Chécate, Mídete, Muévete, que carece de una comprensión holística del problema que pretende resolver. No es un tema menor, ya que, no comprender ni estudiar a cabalidad el problema implica que recursos públicos sean mal invertidos en intervenciones que no fueron concebidas correctamente y que por lo tanto pueden tener menores probabilidades de éxito.  

Por último quiero dejarlos con una reflexión que me parece no es muy evidente. El problema del sobrepeso y la obesidad es uno muy complejo, y eso no lo voy a debatir. Lo que sí quiero recalcar es que a mi parecer (y aquí me dirán si ustedes piensan lo contario o están de acuerdo) la mayoría de los programas e intervenciones se enfocan mucho en tener un cuerpo deseado por encima de tener un nivel de salud tal que minimice la probabilidad de enfermedades o condiciones como el sobrepeso y la obesidad. Existe evidencia académica[10] que sugiere que este problema, y sobre todo la tendencia a la alza que vemos actualmente, se debe a un cambio en la ingesta de calorías por sobre el gasto calórico. Es decir, si enfocamos nuestros esfuerzos sobre revertir el incremento de la ingesta calórica (consumo de alimentos) por sobre la disminución del gasto calórico (ejercicio) puede que logremos atender de mejor manera este problema. Es por demás evidente decir que más estudios son necesarios para afirmar lo anterior con algún grado de certeza.

 

[1] Ver: América Latina y el Caribe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional Sistemas Alimentarios Sostenibles para poner fin al hambre, y la malnutrición. Capítulo II: “Análisis de las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria y nutricional” Apartado: “Utilización de los alimentos” Tema: “Sobrepeso y obesidad en hombres y mujeres adultos”. Cabe recalcar que son datos de 2014.

[2] Ver: Nota descriptiva N°311 Junio de 2016 (en línea). Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs311/es/

[3] El IMC se calcula con la siguiente formula: kg/m2. Por poner un ejemplo, si consideramos que una persona mide 1.73m y pesa 73.4kg, entonces su IMC=73.4/(1.73)2=24.53. Este resultado sería catalogado como Normal.

[4] Ver: Informe final de resultados (ENSANUT 2016) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) publicado el 31 de octubre de 2016 (en línea). Disponible en: http://www.epidemiologia.salud.gob.mx/doctos/encuestas/resultados/ENSANUT.pdf

[5] Ver: IMCO (2015) Kilos de más, pesos de menos. Los costos de la obesidad en México. (En línea) Disponible en: http://imco.org.mx/banner_es/kilos-de-mas-pesos-de-menos-obesidad-en-mexico/

[6] Ver: http://www.checatemidetemuevete.gob.mx/

[7] Ver: “Diseñando para incentivar” de Nikki Pfarr en el Manual de Economía del Comportamiento, Volumen 2: Comportamiento del consumidor.

[8] Ver: The Short-Run and Lon-Run Effects of Behavioral Interventions: Experimental Evidence from Energy Conservation de Hunt Allcott y Todd Rogers.

[9] ¡Quiero recalcar que el par de sesgos aquí presentados no son los únicos que pueden ser atendidos!

[10] Ver: The psychology of food consumption: Strategies for promoting healthier food choices de Julie S. Downs, George Loewenstein y Jessica Wisdom.

Adrián VargasComentario